Siempre me ha gustado pensar que la vida es una especie de enfermedad y debe de haber una cura. Pienso constantemente en que mi vida debe de ser una misión en busca de la felicidad, como si ésta fuera algo inconcebible o imposible.
Y fantaseo con la idea de alguna vez llegar a solucionar y comprender el mundo y que me dedicaré a simplemente disfrutarlo.
Pero ahora entiendo que la vida debe ser algo mucho más que solo vivirla. La vida es algo más que un libro con el cual tú decides el título y el momento exacto cuando lo abres y cuando lo cierras.
La vida es eso que no controlas, que no esperas y que no decides. Es aprender a disfrutar la belleza de la imperfección.
Me resulta difícil entender que la vida no es perfecta. O más bien que yo no lo soy. Que nunca va a llegar un momento de plena tranquilidad, pero no se trata de eso, se trata de encontrar la tranquilidad y el amor en medio de tanto murmullo.
Ya decía Cortázar que la felicidad debía de ser otra cosa, algo quizá más triste que esta paz y este placer. Pero lo que a mi me gustaría es aprender a disfrutar ese placer a pesar de la vida. ¿Qué es la felicidad? Pareciera que fuese la capacidad de aceptarte, de amarte y de saberte defectuoso.
Me acuerdo de todas las veces que he fallado. La cantidad de ingredientes y recetas fallidas para intentar hacer galletas. O las veces que no entregue una tarea por no tener tiempo. Todas esas llamadas que no hice a mis amigos, los acentos que no puse en mis textos, incluso las veces que me enojaba y no estaba para mi mamá cuando más lo necesitaba.
Pero creo…estoy segura, que es ahí donde yace la felicidad, justo en esos instantes donde te enfrentas con la realidad de que no lo sabes todo pero tienes toda una vida para aprenderlo.
Es en el momento donde pones todos tus miedos y tus fallas en frente de ti. Y da miedo, sí que da miedo. Y te preguntas, ¿ahora que hago con tanta basura? Te dedicas a separarla, a aprender de ella y a quererla, a quererte. Te das cuenta que puedes volverlo a intentar, que ahí siguen los amigos a los que no llamaste, que los acentos se corrigen y que las enfermedades se superan.
Tú no eres tus errores. Tú no eres tus caídas. Tú no eres las enfermedades. Tú eres lo que haces con eso. Eres lo que surge de ahí. Eres esa felicidad, esa paz y ese placer. Eres esa capacidad de comprender que la vida no tiene un final resuelto, que tú se lo pones y que la plenitud llega cuando te das cuenta que aún tienes más que aprender.